En recuerdo de Benjamín Fernández

Recibo un correo electrónico de un señor de San Sebastián. Pido permiso para publicarlo y me dice que sí pero sin su nombre. Sugiere que debo borrar un par de frases que le vinculan y yo acepto. Tras décadas de asesinatos y miles de acciones violentas de ETA, del gota a gota de la justificación y el apoyo a esos crímenes y a quienes los cometieron, a día de hoy sin percibir cambios reales en el abandono de las armas, el miedo aún fluye en algunos rincones de Euskadi.

03-Marzo-2011

Estimado Willy Uribe:

Tal vez le extrañe que me dirija a usted en privado, pero dadas las circunstancias de lo que voy a comentar, y teniendo en cuenta que algunos siguen donde están (en el monte y de vez en cuando asesinando) prefiero este modo. El motivo es su artículo Un brindis por Benjamín Fernández. Cuando lo he leído, me he estremecido. No creo en las coincidencias y, para bien o para mal, esa premisa se cumple en muchas situaciones que he vivido. En este caso la ecuación era fácil: ETA – Parte Vieja de Donosti – Benjamín Fernández.

Benjamín Fernández era amigo mío. Yo soy de la Euskadi profunda, Goierri – Gipuzkoa. Una comarca que vivió décadas bajo la imposición del miedo y el síndrome de Estocolmo absoluto. El barrio donde vivía Benjamín era una zona bastante tranquila de Beasain. No era territorio hostil, pero pronto comenzaron a llegar a la puerta de su casa algunos avisos, como ratas muertas en cajas, o balas a los pies del felpudo. El miedo comenzó a tomar una forma física. Benjamín se fue a vivir a Donosti y parece que la vida en este sentido, a pesar de la amenaza constante, le fue más llevadera. Solía quedar con él para ir a la playa, a los dos nos gustaba mucho el mar. Pero volvieron los avisos, las amenazas, los acosos y sustos más tangibles. Desgraciadamente, al ser amigo suyo, comencé a sentir miedo, que me vinculasen como objetivo de ETA. En el pueblo donde yo vivía entonces, bien pequeño, me echaban en cara el ser amigo de un policía. Otros comenzaron a decirme que tuviera cuidado porque me podrían confundir. Otra ecuación tenebrosa. Aunque no tengo familia, comencé a ver las cosas de otra manera. Puede llamarse cobardía, estoy de acuerdo, sin embargo los matices son inmensos.

Yo nunca fui nacionalista. No he comprendido nunca el nacionalismo y no me mueve ninguna simpatía hacia él. Yo escoraba a la izquierda republicana y escondía muy mucho mis íntimas simpatías hacia el PCE, pero mi entorno cotidiano y  laboral estaba salpicado de tipos y elementos humanos de todo pelaje y grado. Desde los más pacíficos e indiferentes, a gente que acabó militando en ETA o apoyando sus asesinatos. Para ellos, los que le mataron, Benjamín Fernández era un enemigo del pueblo y un torturador, y todo aquel que fuese amigo o familiar cómplice o participe de la tortura y represión del pueblo vasco… ya lo sabe, una esquizofrenia absoluta, como sigue este país, con una patología sociológica muy profunda. Ese fue el punto de inflexión para mí, comprobar la distorsión del mensaje de estos asesinos y saber en primera persona quiénes eran sus temibles enemigos. Ese enemigo hostil, esa víctima, se llamaba Benjamín Fernández, un hombre bueno, un buen amigo. Cada vez que paso por la calle donde lo asesinaron veo los dos huecos de las balas que hay en la pared. Acabaron allí después de atravesar su nuca.

Atentamente.

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16-02-1980. Benjamín Fernández Fernández. San Sebastián.

16-02-1982. Benjamín Fernández Fernández. Donostia – San Sebastián.

Aquel martes, hacia las dos y media de la tarde, dos individuos dispararon a Benjamín un tiro en la nuca. Sucedió frente a las escalinatas de la iglesia de Santa María, en pleno centro de San Sebastián. Benjamín, agente retirado de la Guardia Civil, trabajaba en la delegación del Ministerio de Educación, en la plaza de la Sala, a unos 200 metros de allí. Eduardo Paulos Vilanova, que lo acompañaba, resultó herido.

Comments

  1. Mientras lo leía, un escalofrío me ha recorrido el cuerpo. Lo sigue haciendo mientras escribo. Se puede palpar el terror en esa carta.

    Un abrazo

    A.

  2. Dani Fernández says:

    Ahora, que posiblemente haya acabado todo, se agradece el recuerdo del que sacrificó su vida por sus creencias. La familia intentó convencerlo para que volviera a su tierra natal desde su jubilación pero él no quiso (quería demasiado esa tierra). Nunca se le olvidará.